Muertos pero vivos [Romanos 6:11]

 

Cada uno de nosotros, que decimos ser cristianos, debemos considerarnos muertos, inertes, sin vida, sin poder de reacción ante el pecado y su asedio.  Decidir pecar nos distancia de Dios y, al errar al blanco, algo muere en nosotros.  El salario que ofrece el pecado es muerte.

Curiosamente, también debemos considerarnos vivos para Dios.  Somos personas con capacidad de reacción.  Personas que responden a los estímulos divinos.  Personas que activan su voluntad para obedecer a aquel que da vida.

Curiosamente, satanás tiene dos instrumentos con los cuales nos manipula.  Uno es el pecado, que hace que seamos sus esclavos.  Y el otro, es el miedo, que hace que valoremos demasiado nuestros afectos por lo terrenal, descuidando lo espiritual.

El verdadero valor de un cristiano está en la esperanza eterna que tiene por la fe en Cristo.  Esperanza que nos lleva a menospreciar esta vida para gozar de la venidera.  Esperanza que vivimos y que debemos compartir con otros.  

En la Cruz del Calvario, Jesús venció a satanás y a sus estrategias.  El pecado no puede enseñorearse de nosotros y la muerte física nunca podrá retenernos.  

No le demos lugar al pecado.  No le tengamos miedo a la muerte y a ninguna pérdida terrenal.  El dolor terrenal está diseñado para que valoremos más lo espiritual.  Para nosotros la plenitud de vida es por siempre.  Lo nuestro, en Cristo, es eterno.  

Estamos muertos para el pecado, pero vivos para Dios.

¡Aleluya!

 

Ptr. Carlos N. Ibarra

 

Devocionales anteriores