Necesitamos más Ananías [Hechos 9:10 -19]

Un personaje del que se sabe muy poco.  Obvio que no es aquel que le mintió al Espíritu Santo y cayó muerto a los pies de Pedro.

La Biblia resalta que era un discípulo.  Seguidor de Jesús, que se negaba a sí mismo, que tomaba la cruz y le seguía.

Alguien que tenía comunión con el Señor, que escuchó Su voz y se le encomendó una misión.  Misión que confrontó sus paradigmas, que lo desafió a superar los prejuicios de preconocimiento que tenía en su interior.

Hombre sincero y capaz de presentar a Dios sus cuestiones.  Hombre a quien Dios le hizo saber que mientras lo motivaba a él, también estaba trabajando con Saulo en el otro extremo del asunto.  Mientras el Señor derribaba sus prejuicios, también preparaba el corazón de Saulo para el milagroso encuentro.

Necesitamos más Ananías.  Gente que profundice su intimidad con el Señor, que escuche Su voz y mejore su comunión con Él.  Gente que abrace con determinación los desafíos que Dios le plantea.  Gente que sepa que, si Dios lo envía, es porque ya está trabajando en aquel lugar o persona.  Gente que deja atrás sus prejuicios para servir en aquello a lo que Dios lo está llamando.

Ananías escuchó el enunciado de Dios sobre lo que pensaba hacer con Saulo.  Creo que nunca llegó a comprender cuál era el alcance de su misión.  Nunca pensó que aquel Saulo, por quien debía orar, iba a ser el famoso apóstol Pablo que conocemos.

Necesitamos más Ananías que solo obedezcan el mandato divino y que no les importe el alcance de su obediencia. Que vayan y oren por los necesitados.  Dios ya está trabajando en ellos para que cuando lleguemos, suceda el milagro.  No tenemos ni la menor idea del alcance que puede tener nuestra obediencia.  No sabemos hasta donde Dios va a llevar a esa persona por la que estamos orando.

 

Pr. Carlos Nelson Ibarra

 

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