Entender u obedecer [Salmo 92: 5-6]

Nuestra forma de pensar se forja por las experiencias, vivencias y por el conocimiento que vamos adquiriendo.  Se enriquece con la forma de expresarnos y comunicarnos con el resto de la creación. 

Nos es muy difícil llegar a comprender las situaciones de vida de todos.  Se complejiza porque no tenemos toda la experiencia adquirida y nos falta conocimiento de las cosas.  A eso, le sumamos que nuestra comunicación del asunto es parcial y limitada.  Y, aunque algunos tristemente se lo crean, es imposible, siempre pensar de una forma certera y perfectamente orientada.  

¡Cómo nos cuesta entendernos!  Y… ¿Entender a Dios?  ¡Imposible!  Razonamos demasiado Sus dichos cuando deberíamos practicarlos.  La Palabra nos muestra su manera de pensar y debemos aceptarla rindiendo nuestra voluntad para cumplirla.  Su forma de pensar es perfecta, constante y eterna.  Siempre es verdadera y fiel.  Él siempre piensa en nuestro bien.

Debemos aceptar que hay una gran distancia entre Él y nosotros.  Su obrar es grandioso y sus pensamientos muy profundos.  Él es Dios, nosotros sus hijos.  Él es todopoderoso, nosotros débiles y necesitados.  Su conocimiento es eterno y sin límites, el nuestro es temporal y parcial.  Su forma de pensar es profunda y sublime, la nuestra es terrenal y caída.

Siempre nos conviene aceptar y vivir guiados por Sus pensamientos.  Él sabe todo lo que era, lo que es y lo que será.  Él conoce todo lo que sucedió, lo que sucede y lo que sucederá.  Él tiene la capacidad de haber actuado ayer, de hacer hoy y ejecutar mañana.  Lo que Él dijo, dice y dirá siempre sucede en el tiempo perfecto.

A Dios no hay que entenderlo, hay que obedecerlo.

 

Pr. Carlos N. Ibarra

 

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