Nuestro enemigo, el Diablo, es un tramposo. Permanentemente, se dedica a engañar. Crea, genera y activa muchas trampas, a las que nuestra humanidad es propensa a caer. El tramposo está al acecho en su intento de atraparnos, para nublar nuestra fe y que no confiemos en el obrar poderoso del Señor. 

Una trampa que siempre está ahí es la de “no me alcanza”. Andrés es figura de esto. Jesús tuvo compasión de la multitud, en vez de enviar a las personas a sus casas a cenar, decidió que los  apóstoles le dieran de comer. Ellos vieron lo escaso de sus pertenencias y preguntaron: “¿qué es esto para tantos?”. El “no me alcanza” atrapó sus corazones. 

En pocos minutos, iban a experimentar que lo poco en las manos de Jesús es más que suficiente. Descubrirían que lo poco y limitado, si es sumando a Su bendición, alcanza para todos —y aún Él hace que sobre—.

Los que sufrimos los límites somos nosotros, no Jesús. Él siempre obra con poder cumpliendo Su propósito. Nosotros, por el “no me alcanza”, muchas veces, nos perdemos la bendición de verlo obrar poderosamente.

La fidelidad del Señor no depende de la nuestra. A pesar de nuestras dudas, Dios es verdad. Y, Su obrar poderoso es real, a pesar de nuestras limitaciones. Dios da sus bendiciones según las riquezas de Su gracia, no según la profundidad de nuestra fe.

 

Pr. Carlos Ibarra

 

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